01 marzo 2011

La rebelión de Wisconsin


Los estudiantes de EE.UU. y un nuevo clamor de libertad


por Marco A. Gandásegui, h.
Los titulares de la prensa mundial derrochan palabras y exclamaciones para destacar el derrocamiento de los gobiernos favorables a EEUU de Egipto y Túnez. También se refieren a la “represión contra manifestaciones en Libia”. Igualmente, muestran fotos de los “manifestantes bahreiníes”. (Un senador norteamericano se recubrió de su toga y proclamó que EEUU ¿debía revisar su política de ayuda militar al emirato sede de la V Flota de ese país?) Por otro lado, “el presidente de Yemen promete no renunciar a pesar de las personas muertas en manifestaciones, las protestas se expanden en Marruecos y el presidente Bashir de Sudán no se presentará para otro mandato presidencial”.

En medio de esta difusión espectacular de la "revolución" de los pueblos árabes, ha aparecido otra fuente de protestas y manifestaciones. Sin embargo, los medios de comunicación han sido muy parcos y cuidadosos en dar a conocer detalles sobre sus protagonistas. Se trata de los trabajadores de EEUU que en diferentes escenarios, ciudades y centros de producción han comenzado a rebelarse. La crisis económica de EEUU ha golpeado a sus propios trabajadores, quienes han quedado desempleados (10 por ciento de la fuerza laboral) y sin vivienda (3 millones de familias han perdido sus hogares). Las protestas y manifestaciones populares en los estados norteamericanos de Wisconsin, Minnesota y Ohio están generando preocupación entre los políticos y analistas nortemaericanos. Son estados industriales que han sido golpeados por la crisis económica en forma especial. La sobreproducción (o en otras palabras, el subconsumo) de la economía norteamericana está creando serias dudas sobre la capacidad que tiene ese país para salir de la recesión a mediano plazo, mucho menos a corto plazo.

En Wisconsin, 80.000 personas se concentraron frente al capitolio de la ciudad de Madison para defender los derechos a la negociación colectiva de los trabajadores. El sábado realizaron la quinta jornada consecutiva de protesta en repudio a un proyecto de ley presentado por el gobernador republicano Scott Walker, quien pretende suprimir los contratos colectivos, los derechos sindicales y aumentar los descuentos salariales por razones de seguro y fondos de pensiones. (Wisconsin es un estado al extremo norte de EEUU).

El gobernador Walker, elegido el año pasado, pretende recortar los salarios y eliminar los derechos a la negociación colectiva de los empleados públicos. Los senadores demócratas representantes del estado —que salieron del estado para paralizar la votación del proyecto de ley— enviaron el viernes una carta al gobernador Walker diciendo que los trabajadores aceptarían los recortes a las pensiones y mayores contribuciones a los planes de salud y de jubilación, si él aceptaba tratar el tema de la negociación colectiva. Los recortes propuestos por Walker dejarían sin beneficios económicos o capacidad para negociar a miles de trabajadores públicos como maestros, policías y bomberos.

Las protestas se iniciaron el pasado martes, 15 de febrero, y han seguido fortaleciéndose, con la decisión de miles de trabajadores que no dejarán de pelear contra lo que ven como un “vasto plan de los republicanos para debilitar a los trabajadores”. Los senadores demócratas, que se oponen a la propuesta, han reiterado su rechazo del proyecto. Una de sus acciones más notorias fue abandonar fisicamente el estado para evitar una votación sobre el proyecto.

Hasta ahora la respuesta presentada por las autoridades es llevar adelante el proyecto afirmando que las protestas no los harán desistir. Según Walker, la ley antisindical pretende reducir el déficit del Estado mediante recortes de salarios, pensiones, beneficios de salud y derechos de negociación colectiva. Pese a las maniobras del gobernador republicano, los maestros del Estado se han declarado en huelga hasta que no se retire el proyecto de ley. Las manifestaciones se han extendido a ciudades vecinas como Milwaukee y a otros estados con gobernadores republicanos como Ohio, Indiana y Pensilvania.
El profesor de Lingüística del Instituto Tecnológico de Massashusetts (MIT), Noam Chomsky, plantea que la actual intranquilidad en EEUU se debe a que los trabajadores han tomado conciencia que "los empleos no regresarán". Esto se debe a que "la política consiste en exportar los empleos a países donde la fuerza de trabajo es más barata". La razón es sencilla, es mucho más rentable invertir en la especulación financiera que en la producción económica.

El mundo árabe tiene algo en común con EEUU: Sus economías han colapsado y sus clases dominantes están en quiebra. En el caso de EEUU los riesgos aumentan en la medida en que sus gobernantes siguen jugando a la ruleta con su economía. Las consecuencias sociales y políticas comienzan a asomarse sobre el horizonte. La rebelión de Wisconsin es una señal.

Panamá, 24 de febrero de 2011.

El ocaso de la mediocracia





(Un artículo del escritor Carlo Frabetti).-


Soy escritor profesional y vivo fundamentalmente de mis derechos de autor. Pero cada vez que en mis frecuentes viajes a Latinoamérica descubro una edición “pirata” de alguna de mis obras, lejos de indignarme o acongojarme me llevo una gran alegría, pues es una señal de que lo que escribo interesa a quienes no pueden pagar el excesivo precio que se suele cobrar por los libros. Y estoy radicalmente en contra del canon por el préstamo de libros en las bibliotecas públicas, que supuestamente nos beneficia a los autores y que en realidad no es sino una maniobra de los verdaderos piratas culturales (las grandes editoriales y las grandes gestoras de derechos) para incrementar aún más sus abusivos beneficios; o sea, un paso más hacia la destrucción de lo público en aras del lucro de unos pocos, un nuevo zarpazo del capitalismo salvaje.

Quienes fotocopian mis libros, o los leen gratis en las bibliotecas, o se los bajan de Internet, no me roban ni me amenazan, sino todo lo contrario: le dan sentido a mi trabajo y me animan a seguir haciéndolo; pues si he llegado al punto de ser “pirateado” es, sencillamente, porque mi obra ya ha alcanzado un grado de difusión y de remuneración superior al que merece. Y no se entienda esto último como un alarde de falsa modestia (y mucho menos de modestia auténtica), sino como el mero reconocimiento de que, en términos comparativos (en comparación con otros trabajos, quiero decir), cualquier autor con presencia en el mercado está recibiendo de la sociedad mucho más de lo que le ha dado. O devuelto, más bien, pues quienes podemos dedicarnos a alguna actividad vocacional y creativa, no hacemos más que restituir una pequeña parte de lo mucho que hemos recibido. Somos doblemente privilegiados: por el mero hecho de poder dedicarnos a algo que nos gratifica y enriquece, y por haber tenido acceso a la formación necesaria para poder desarrollar nuestras capacidades.


A lo largo de mi vida, he tenido el privilegio de conocer personalmente a un buen número de grandes artistas e intelectuales. Y cuanto mayor era su talento, más afortunados se sentían y más agradecidos se mostraban, aunque su actividad no siempre fuera acompañada de unos ingresos sustanciosos. Solo los mediocres se quejan; y cuando, por una u otra vía, consiguen encumbrarse, se aferran a sus inmerecidos privilegios como los politicastros a sus escaños y los ejecutivillos a sus maletines. Solo los mediocres que han conseguido el premio de consolación del “éxito” tienen miedo de las nuevas tecnologías, es decir, de las nuevas relaciones de intercambio que inevitablemente generan. Y con razón, porque solo ellos tienen algo que perder. Las nuevas formas de reproducción y difusión de textos, imágenes y sonidos amenazan tanto el monopolio de los grandes medios de comunicación como la hegemonía de los mediocres, anuncian el final de ambas mediocracias.


En esa última cena del antiguo régimen cultural en la que se coló un lúcido y valiente Amador Fernández Savater (la ministra debió de confundirlo con su padre), se vio claro quiénes son los verdaderos depredadores, los verdaderos enemigos de la cultura, que no son otros -y otras- que quienes quieren convertirla en un coto y un mercado. Si algo tienen en común los invitados a aquella bochornosa “cena del miedo” (con escasas y honrosas excepciones), es su condición de mediocres encumbrados, hombres y mujeres que en vano intentan compensar su falta de talento con una mezcla de oficiosidad, oportunismo y sumisión a los poderes establecidos. Y que tiemblan ante Internet de la misma manera -y por los mismos motivos- que el clero y la nobleza del Medioevo temblaron ante la imprenta.


Pues si la imprenta hizo posible la revolución humanista del Renacimiento y el telégrafo hizo posible la revolución socialista, Internet, heredera forzosa de la imprenta y de la telegrafía, propiciará una revolución humana y social cuyas consecuencias solo podemos vislumbrar. Y, como en todas las revoluciones, caerán las cabezas de los privilegiados y se levantarán las cabezas de los desposeídos. Ya se están levantando.